sábado, 15 de septiembre de 2007

JUAN MORA, TORERO DE ARTE

majestad, aire, pinturería, estilo... PERSONALIDAD. Una sola cosa, una sola de estas palabras -PERSONALIDAD- para hacer coincidir en ella todas las excelencias cantadas a un torero: JUAN MORA. Placentino, extremeño, y un algo de Sevilla. Un algo que es un angel; un angel con alas blancas que se posa dulce en el albero, y dulce lleva y lleva –llorando- embebidos a los toros en la estela clara de su capote primoroso. Azul su terno, como el azul del Jerte cuando baja cristalino acariciando las faldas ribereñas del Valle de las Cerezas. Azul y Oro, como el beso cálido del sol en el rostro blanco de Plasencia. Y una sonrisa que se adivina en el bronce vivo de su piel morena.

Juan José Gutiérrez Mora, torero de profesión y de afición. No cabría imaginarle de otra manera. Porque anda en torero; porque habla en torero; porque mira en torero; porque vive en torero. Y torea como un angel. Sin brusquedades; despacio, despacio. Parece flotar en la plaza y mecerse –que no desplazarse-. Surge el cite como una ofrenda floral -“¡vamos toro!”- y el hondo guión del capote amortigua solapadamente el iracundo empuje de la fiereza. Escapa seco el olé; rotundo, verdadero, sentido. ¡Qué afinada precisión en la respuesta de los sentidos!. No hay mentira, aunque haya pasión; porque la pasión mueve los corazones; la mentira, no.

Pero...¡Callarse!. Juan está entregado, perdido, alejado, solo, solo. No hay hombre; ni siquiera torero; solo hay espíritu; un genio, un creador que se reboza en la belleza de su creación. Enlazados van los delantales desgranando mansamente toda la luz de su pureza. La rotundidad del olé desborda las distancias de la tarde. Y allí, exprimido el tiempo y las distancias, abrocha Juan la elipse invertebrada de su toreo en el ojal cerrado de una media honda, excelsa, soñada. Y entonces el toreo –no hay duda- se hace ARTE.”



Villaviciosa de Odón, 13 de Octubre de 1.999
Luciano Nuevo Sánchez.